domingo, 12 de julio de 2009

Un coloso en el Puerto de La Luz.

Moverse alrededor de una plataforma petrolífera, es un reto a favor del riesgo. El acceso a este gigante de 123 metros de altura (desde la base hasta la cúspide la grúa) y 45.000 toneladas de peso, está prohibido. Sólo se permite una estancia de minutos en sus inmediaciones y, siempre, bajo la compañía del jefe de seguridad y después de superar dos barreras de identificación. «Cumplimos protocolos muy estrictos de garantía del riesgo», explica Gonzalo Molina, jefe de prevención en Stena Tay, el coloso de hierro que durante dos meses se convertirá en el cliente más grande que ha atracado en Astican.

Stena Tay cumple 10 años de actividad en diferentes puntos calientes de prospección de crudo. En la actualidad opera en el Golfo de Guinea, próximo a las costas de Nigeria, en África central. Llegó hace una semana al Puerto de La Luz para repararse y dar descanso a los 130 profesionales que anida en sus entrañas.
Acercarse a la base de sus ocho columnas (de 40 toneladas cada una) obliga a contener la respiración durante segundos. Astican es un hervidero de ir y venir de gente de varias nacionalidades; llevan en pie desde el alba y no se descansa hasta la tarde. El director general del astillero, José Romero, certifica la aglomeración de profesionales: «Contamos con más de 300 trabajadores. Sólo ingenieros son 17, de los que 10 son mujeres. También hay 30 bomberos».
De uno de los ocho pilares que sujeta la plataforma sale, por una diminuta compuerta de acero forjada con tornillos del tamaño de la palma de la mano, una de las mujeres ingenieras, con un mono blanco impoluto aún;son las nueve y media de la mañana del viernes y la jornada está empezando a ganar enteros.
Desde lo alto, los gruístas están bajando una cabina de hierro que sirve de guía para las perforaciones en alta mar. Los dos periodistas de CANARIAS7 aligeran el paso hacia una zona fuera del radio de acción de la grúa. Todo está milimétricamente coodinado y advertido y apenas se escapan los detalles.
En Stena Tay trabajan 130 personas de al menos 10 nacionalidades. Con una media salarial de 5.000 euros al mes, la vida en la plataforma dura 45 días seguidos; después vuelven a casa otros 45 días y, así, sucesivamente hasta el nuevo destino.
Llenas de fábulas, misterios y leyendas, las plataformas son hoteles marinos que tratan de modular el tiempo de trabajo con el ocio. La Stena Tay dispone de ocho oficinas, un centenar de camarotes, áreas de ocio, sauna y helipuerto y su capacidad de perforación alcanza los 3.000 metros. José Romero la describe así: «Es una laberinto de hierros muy denso». Gonzalo Molina eleva todavía más su complejidad: «Es enorme. En una primera visita te pierdes seguro».
La nave permanecerá en los astilleros durante dos meses y el volumen de gasto, entre actividades de negocio directa e indirecta, supera los 20 millones de euros, según fuentes de Astican.

INVERSIÓN. Stena Tay es la cuarta plataforma que asiste Astican desde que hace cinco años decidió dar el salto para estos servicios tras una inversión previa de 10 millones de euros.
De nuevo, un camión vuelve a situarse en la vía móvil de Astican; las selañes acústicas de marcha atrás obligan a extremar la precaución. Dos profesionales de prevención urgen a apartarse y colocarse, al menos, a tres metros de la operativa. Comienza una dura sometida a unas poleas que cuelgan en los más alto de los pilares. «Es un trabajo muy coordinado;nada se deja al azar. Son servicios muy exigentes donde nos jugamos el prestigio».
Esta imagen de frenética actividad laboral (en los aparcamientos no cabe un alma) era inimaginable hace cinco años. La costa de África Occidental es una autopista marítima de plataformas que suben y bajan y retornan, en su mayoría, a Europa para busca talleres. «El personal que ofrecemos está altamente formado. Para Astican y para el Puerto de Las Palmas es un referente que prestigia», subraya José Romero, uno de los ejecutivos mejor considerados por su cualificación y veteranía en el Puerto.
Tres ingenieras caminan ahora entre el piso de las ocho columnas, donde el agua apenas atreve a levantarse. Es la viva imagen del Puerto del futuro.